La salud mental está pasando factura en un mundo cada vez más complejo. La manera en la que se afronta el mundo en el que se vive, el ritmo de vida apresurado, la presión social, la crianza inadecuada, y hasta la vida sedentaria, entre otros factores, están repercutiendo significativamente en la salud mental de las personas, a tal punto de querer quitarse la vida.

El mundo hoy en día atraviesa una crisis de salud mental que no se había visto antes, por lo menos en su historia reciente. Y es que, esta situación de una u otra manera es reflejada por el incremento en el número de casos de intentos de suicidio o de suicidios consumados que se registran a diario.

De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en la Región de las Américas se notificó un promedio de 98,000 muertes por suicidio al año entre 2015 y 2019, siendo la tasa de suicidio en América del Norte y el Caribe no hispano superior a la tasa regional. Sin embargo, América Latina es la zona en el mundo en donde más va en aumento este fenómeno. Alrededor del 79% de los suicidios en la Región ocurren en hombres, aunque el suicidio en mujeres está incrementando.

Sin embargo, más allá de las alarmantes cifras de suicidios consumados en el país, resulta imprescindible conocer más a fondo este fenómeno con el fin de poder contribuir enormemente en su prevención.  Saber identificar los mitos o falsas concepciones entorno al suicidio y los factores de riesgo que incrementan la posibilidad de un comportamiento suicida, entre otros aspectos importantes, constituye uno de los primeros pasos para abordarlo eficazmente.

Estar bien informados representa una de las herramientas más valiosas para abordar este fenómeno, el cual ha sido normalizado de manera insensible por muchos sectores de la sociedad, incluido el gubernamental, y que, merece la atención necesaria en aras de prevenir su impacto negativo tanto en las dinámicas familiares como en las vidas de cada uno de los niños, niñas, adolescentes y adultos del país.

De acuerdo con la OMS (Organización Mundial de la Salud) el suicidio es un acto deliberadamente iniciado y realizado por una persona en pleno conocimiento o expectativa de su desenlace fatal. Pero, ¿qué podemos hacer frente al suicidio? Independientemente del rol que nos identifique, madre, padre, profesional de la salud, docente, periodista, estudiante, podemos hacer mucho al respecto. 

Inicialmente, es importante aprender a diferenciar un comportamiento suicida de un comportamiento autolesivo. El comportamiento suicida abarca las ideas relacionadas con provocar voluntariamente la muerte, y también incluye el acto suicida, donde ya se pasa de la idea a la acción de generar la propia muerte, así como el intento suicida, en el que la persona falla en su empeño de provocar su deceso.

Mientras que el comportamiento autolesivo, entre los más conocidos, el “cutting”, es una conducta dirigida a provocar daño a sí mismo, muchas veces con cortes y/o pinchazos en su piel, generalmente sin la intención directa de acabar con su vida, pero puede constituir una señal importante de alerta relacionada con el suicidio.

Las autolesiones son comunes en adolescentes, y practicadas como un canalizador emocional, debido a que, al centrar la atención en el dolor físico que produce un corte o pinchazo, se desvía un poco la atención del malestar emocional, ayudando a paliar el sufrimiento psicológico.

Conociendo esto, resulta aún más importante identificar los factores de riesgo que aumentan la probabilidad de suicidio y autolesiones. Los más representativos corresponden a violencia intrafamiliar, antecedentes familiares de trastornos mentales o de suicidio, ambiente sociofamiliar disfuncional, malas prácticas de crianza, consumo de sustancias psicoactivas, acoso escolar, abuso sexual, problemas económicos, baja tolerancia a la frustración, dificultades en la regulación emocional, suicidios cercanos, presión social, uso inadecuado de las redes sociales y ausencia de políticas eficaces en salud mental.  

Adicionalmente, existen algunas concepciones erróneas relacionadas al suicidio y las autolesiones, representando esto una barrera enorme en la atención efectiva a esta problemática. Algunos de estos mitos que no ayudan en absoluto son: “el que se quiere matar no lo dice”, “el que lo dice no lo hace”, “solo lo hace para llamar la atención”, “todo el que se suicida es un enfermo mental”, “hablar del suicidio incita a hacerlo”, “quien se suicida es un cobarde o valiente”, “el que se corta quiere morir”, entre otros.  

Frente a este panorama, debemos apuntar a prevenir que este fenómeno continúe creciendo; para ello, es necesario identificar una serie de señales importantes que nos alertan como padres, madres, hijos, cuidadores, docentes y profesionales de la salud mental cuando algo anda mal.

Algunas de estas señales de alerta son: cambios en el estado de ánimo, cambios en los hábitos de sueño y alimenticios, desinterés por lo que antes producía placer, aislamiento, uso de sustancias psicoactivas y exceso de alcohol, apariencia desaliñada, regalar pertenencias, dificultades en colegio o trabajo, preocupación por temas de muerte y notas de despedida.

Así como es importante conocer las señales de alerta en materia de prevención, también lo es en cuanto a los factores protectores, los cuales contribuyen a que se minimice el riesgo de que se presente una conducta suicida o autolesiva. La resiliencia es uno de ellos; los adultos debemos ser ejemplo de resiliencia en niños y adolescentes, mostrarles que podemos salir adelante a pesar de las adversidades, y generar ambientes sanos que promuevan una adecuada autoestima, autoconfianza y hábitos saludables.

Adicionalmente, es relevante darle un manejo adecuado a la frustración, permitiendo que los niños, niñas y adolescentes vean cómo papá, mamá y/o docentes se frustran, y a su vez, les muestran cómo manejan la situación. Estas estrategias adaptativas son transmitidas para que niños y adolescentes toleren mejor la frustración, constituyéndose en otro factor protector pilar frente al suicidio.   

Indudablemente, conocer los factores protectores coadyuvan a que esta problemática se comprenda y se atienda mejor. Otro de ellos es enseñar a los menores de edad estrategias de resolución de problemas, lo que implica enseñar a identificar un problema, los pasos requeridos para solucionarlo y las estrategias que tenemos para enfrentarlo.

De la misma manera, sucede con nuestras emociones, que para aprender a controlarlas y gestionarlas hay que conocerlas primero, y cuáles de ellas están provocando malestar.  Manifestar la ira, la tristeza, el miedo y la culpa a personas de confianza puede ser de gran ayuda. El trabajo de las emociones es muy amplio y de suma importancia en la prevención del suicidio.

Igualmente, la educación digital representa un elemento protector importante hoy en día, en una era donde las redes sociales y la web no solamente informan y entretienen, sino también constituyen una amenaza cuando no hay mediadores que fomenten su uso adecuado.

Por todo lo anterior, resulta imprescindible darle sentido a la vida; debemos tener sueños, metas personales y familiares, construir nuestros propios proyectos de vida, y hacer todo lo posible en el día a día para que se vayan cumpliendo como parte de una vida con propósito.

Si en algún momento hemos tenido ideas relacionadas con nuestra propia muerte o intentos de suicidio, no dudemos en buscar ayuda lo antes posible, hablar de los pensamientos suicidas con alguien de confianza o con un profesional de la salud mental, pero sobre todo, pospongamos cualquier decisión en torno al suicidio.

Importante además, en esos momentos de crisis, no permanecer solos, e intentar hablar con aquellas personas que nos han ayudado a superar momentos difíciles. Pensemos que estas situaciones son pasajeras y que los problemas tienen solución; evitemos realizar actividades que no nos salen bien y el consumo de Sustancias Psicoactivas y alcohol. Hacer ejercicio, comer y dormir bien ayuda enormemente.  

En conclusión, una sociedad tan compleja como la colombiana, merece tomarse en serio la salud mental de sus ciudadanos, en especial, el suicidio. Un abordaje profundo e intersectorial, en el que se aborde el tema de manera articulada entre la familia, la escuela, la universidad, los medios de comunicación, los profesionales de la salud mental, las instituciones de salud y gubernamentales, así como una legislación robusta al respecto, puede contribuir enormemente a que menos vidas se apaguen.

Juan Carlos Jiménez Martínez.

Psicólogo / Magíster

Docente

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